Metiendo Todo en un Mismo Saco; ¿a donde vamos a parar?

Sr. Presidente, me veo en la obligación de hacer algunas observaciones al discurso pronunciado en Punta Arenas:


Con el respeto que me merece la impronta presidencial, pienso que la violencia y la delincuencia son mas que nada un síntoma de que en una sociedad no se está permitiendo el desarrollo armonioso de sus habitantes.

Tambíen creo que, “El Gobierno tiene la obligación de luchar por garantizar” la igualdad, la equidad, la educación, la salud, el desarrollo de sus ciudadanos

Sr. Presidente, Ud. no puede calificar la acción sindical que es un derecho, como un acto violento, y menos coartarla con un argumento tan poco veraz. Ud. está siendo un represor violentista al considerar el derecho de la acción sindical como un acto violento. Desvalida el proceso de negociación que caracteriza la gestión sindical y gremial, considerándola como un acto violento. Las negociaciones conllevan divergencias y, está internacionalmente validada la huelga como un acto legitimo ante una contraparte tozuda y que cuenta con el poder. Lo invito a dar una mirada hacia los países desarrollados, lugares que Ud conoce muy bien y que ha visitado desde niño, como este derecho es valido.

Sr. Presidente, el hecho de que carabineros arriesguen la vida tiene que ver con las ordenes que reciben de los superiores. Carabineros es parte de un juego perverso que surge desde el ministerio del interior donde aun continúan aplicando la ideología de la seguridad interior del estado, tras la cual, el poder económico, se resguarda para seguir haciendo sus fechorías, esquilmando a los trabajadores que doblan su espinazo para pagar las deudas adquiridas para darle una educación a sus hijos, educación que debería ser parte de las políticas de desarrollo estratégico de nuestro país. La ideología de la seguridad interior del estado establece que todos los ciudadanos son sospechosos de estar atentando contra el estado. No considera a los ciudadanos como constructores y parte de ese estado. Considera al estado como algo omnipresente y omnipotente, el cual debe protegerse de cualquier acción que lo pueda dañar, por lo tanto, no puede ser modificado ni cambiado. Se confunde así, al gobierno con ese estado, provocando una simbiosis terrorífica entre estado y gobierno, coartando, incluso, los derechos humanos superiores al estado mismo.

Sr. Presidente, le pido que no continúe con ese lenguaje, ni inventando leyes que dañen la convivencia nacional.

 
 
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